Muchas veces no me doy cuenta de lo que pasa a mi alrededor. Estoy tan ensimismada en mi rutina diaria, las carreras hacia un lado y otro, trabajo, casa y el reloj. Eso reloj todo el día.
¿Qué hora es? Cada instante está completamente milimetrado con mi reloj, para llegar a todos los sitios...al fin, todo lo marca el reloj de mi móvil, muñeca o el del coche. Intento cuadrar cada segundo de las 24 horas del día.
Pero todo esto cambia cuando cojo mi cámara para una sesión de fotos. Los segundos se convierten en minutos, y los minutos en horas. Me olvido por unos momentos del tiempo, del correr de un lado a otro y empiezo a mirar a mi alrededor. El tiempo se detiene en ese instante que miro por mi objetivo y puedo contemplar la naturaleza de las personas, su alma, la alegría de la gente, las sonrisas, la dulzura, la expectación, la sorpresa....
Son sentimientos que invaden todo y que pasan completamente desapercibidos en una rutina diaria en la que no podemos prestar atención a nada, porque nos marca cada segundo el reloj.
Pero al final, lo importante es recordar esos pequeños momentos de sentimientos.
Por eso me gusta mi profesión, porque puedo hacer que la gente como yo, envuelta en una rutina diaria, vea una fotografía y pueda volver a recordar ese pequeño instante, ese momento justo que se ha captado en la foto, esa ocasión en el que sonrió porque alguien le contó un chiste, ese sentimiento de amor que tenía cuando nació su bebé, o los nervios que sentía mientras andaba por el pasillo de entrada a la Iglesia cuando iba a decir "si quiero"...
Porque al final, esos momentos únicos de sentimientos, son los que no se deben olvidar, ya que son los únicos momentos en los que HEMOS VIVIDO plenamente.
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